jueves, 23 de abril de 2009

Muerte Lúdica

Hace 15 años leí un informe que señalaba que algunos juegos de video estaban llevando a los niños y jóvenes a una actitud beligerante muy peligrosa, y que la misma generaría, en breve, una escalada de violencia sin precedentes
Hace 15 años leí un informe que señalaba que algunos juegos de video estaban llevando a los niños y jóvenes a una actitud beligerante muy peligrosa, y que la misma generaría, en breve, una escalada de violencia sin precedentes; el mismo informe aseguraba que este tipo de videojuegos, en los cuales el objetivo es matar a la mayor cantidad de enemigos posible, con imágenes impactantes, realistas, que incluyen sangre, eran financiados por fabricantes y traficantes de armas, quienes aportaban importantes sumas de dinero para la creación de nuevos juegos cada ves mas realistas y mas violentos, obviamente con el fin de asegurar el negocio, a mayor violencia mas veta de armas; lo cierto es que para un niño que esta en formación, que es como un libro en blanco en el cual es posible escribir aquello que condicionará su conducta y sus valores durante el resto de su vida, si lo que se arraiga en su mente es que la violencia es sinónimo de juego y diversión, su conciencia será inmune al remordimiento, y la muerte será vista como parte de ese juego; el desprecio por la vida que hoy ponen de manifiesto los jóvenes, distorsionado y potenciado por el consumo de drogas, los induce a esta suerte de “muerte lúdica”; en su imaginación, como en los videojuegos, cada víctima es un personaje virtual que al volver a jugar, nuevamente estará allí, de modo que podría matarlo mil veces y mil veces volvería a aparecer.

No soy psicólogo, ni pretendo serlo, pero fui un niño con frondosa imaginación, fui también un joven con conflictos, conocí el submundo del alcoholismo y la drogadicción, y gracias a la misericordia de Dios logré salir tempranamente de todo eso; por lo tanto, creo que la experiencia me concede cierta licencia como para suponer que no estoy muy errado en mis cavilaciones al respecto.

Por supuesto que estamos refiriéndonos a una sola pieza de un complejo rompecabezas; si a lo antedicho le sumamos, falta de oportunidades, desnutrición, falta de educación, ninguna esperanza para el futuro, marginación, discriminación, violencia familiar, violencia institucional y social, estamos hablando de una combinación que indefectiblemente conduce al desastre.

Hay cosas que solo el estado, legislando correctamente, controlando, pero fundamentalmente invirtiendo mas en educación y en inclusión social, puede comenzar a revertir; pero hay otras sin embargo, en las que cada uno de nosotros puede actuar aportando su granito de arena; no discriminando, no haciéndonos los distraídos ante la necesidad, dejando de lado el egoísmo y la mezquindad, y también marcando los limites a nuestros hijos; cuidando que cosas ven por TV, que tipo de películas alquilan o van a ver al cine, y especialmente estar muy atentos a sus actividades frente al monitor de la PC; y no se trata de prohibir, sino mas bien de razonar con ellos para que puedan comprender cuan dañinas son determinadas cosas, para ellos en particular y para todos en general. Sobre esto, puedo señalar que soy padre de 5 hijos, por lo tanto me asiste la experiencia; funciona, se puede, y vale la pena.

A esta altura, alguien me dirá que los pibes violentos de hoy en día no cuentan con una familia bien constituida, viven en las calles, sin el cuidado de sus padres, y tampoco pueden acceder a una computadora; por eso mismo, señalé que el estado tiene un rol preponderante en el tema, pero nadie podrá negar que la violencia está instalada en todos los estratos de la sociedad, y que no es patrimonio de los mas desposeídos; por otra parte, muchos de los jóvenes violentos que protagonizan hechos de sangre, no necesariamente son pobres, aun cuando nos quieran hacer creer lo contrario.

Podemos concluir entonces, que la actividad lúdica es necesaria para nuestro desarrollo intelectual, y por ende algo muy bueno, siempre y cuando, claro está, no nos lleve a jugar inconscientemente con la vida, o dicho con más crudeza, a jugar con la muerte.

Aníbal Rushan