sábado, 25 de julio de 2009

Golpe en Honduras o el uso de eufemismos como maniobra para confundir.

POR: ANIBAL RUSHAN

Si entro en tu casa con un par de patoteros, a medianoche, y por la fuerza te saco a la calle y me instalo como si el dueño de casa fuera yo. ¿El vecino se ofrecería como mediador para alcanzar un acuerdo entre las partes, o por el contrario, vendría la policía con una orden judicial, me encerrarían por ladrón y usurpador, y a vos te devolverían lo que te pertenece?

Hablar de la “crisis” en Honduras, pretender que se trata solo de un conflicto que puede resolverse por la vía diplomática, con meras declaraciones de buena voluntad, o de otro modo, con la renuncia del usurpador, como si tuviera derecho a renunciar a algo, cuando ese algo nunca fue suyo, y no obstante ello imponiendo condiciones, no es mas que un abuso en la utilización de eufemismos para evitar señalar que esto, lisa y llanamente, es un golpe de estado, y como tal, un atentado contra la democracia.

El argumento de que Zelaya incurrió en el delito de traición a la patria porque la constitución de Honduras prohíbe la reelección, es una verdadera falacia malintencionada que repiten aquellos que simpatizan con las ideas golpistas pero no pueden blanquearlo por ser “políticamente incorrecto”.

La constitución de una nación es pasible de modificaciones funcionales a la necesidad de adecuarse a los tiempos y a las coyunturas, pero siempre recurriendo a los mecanismos de reforma vigentes, tales como la consulta popular, para determinar la pertinencia de la misma, y por supuesto la convocatoria de una asamblea constituyente.

Por otro lado, si resultare de la misma que se habilita a un mandatario a presentarse como candidato en forma indefinida, será el pueblo a través del voto quien decidirá si respalda tal postulación. Por lo tanto las garantías constitucionales no serían en ninguna manera vulneradas.

En cambio, tomar por asalto el gobierno, destituir y deportar a un presidente electo, y pretender que así se respeta la constitución, no resiste el menor análisis, ni merece mayores consideraciones; estamos ante un golpe de estado; otra definición, insisto, es un mero eufemismo esgrimido con la única intención de generar confusión y eludir el único mecanismo valido para volver al orden constitucional, que es, sencillamente, restituir en su cargo al legitimo presidente, y una vez concluido el mandato otorgado por el voto popular, sea el mismo pueblo Hondureño quien decida su futuro.

Alguno dirá, “no siempre las cosas son tan llanas y tan sencillas de resolver”, sin embargo, permitirnos el lujo de ciertas consideraciones, da lugar a relativizar la institucionalidad y constituye un punto de apoyo, una cuña que posibilita que ante el capricho de minorías que se arrogan la representatividad de los intereses de la nación, se troque delito en “acto de justicia”.

Ahora bien, las matemáticas se basan en la simple lógica, 2 mas 2, aunque haya quienes se empeñan en demostrar lo contrario, siempre dará como resultado 4.

Un sencillo silogismo nos lleva a la conclusión de lo que realmente está sucediendo en Honduras:
El golpe de estado es un delito y el delito se resuelve aplicando el derecho. Quienes tienen la posibilidad de ejercer presión para que se aplique el derecho buscan otros mecanismos. Luego, quienes dicen ser garantes de esos derechos son funcionales a quienes los vulneran.

Esto me conduce indefectiblemente a otra reflexión, si no existe verdadera vocación por parte de los “paladines de la democracia y los derechos” (Eufemismo para Estados Unidos) de poner punto final a esta situación ¿Será tal vez porque en realidad se esta llevando a cabo un experimento, un globo de ensayo, que de lograr los resultados esperados tendría sus replicas en otros países de Latinoamérica? ¿Estaremos ante una intentona de reeditar lo sucedido en los 70´?

Para evitarlo es menester hacer uso de la memoria, mal que les pese a quienes pretenden olvidar el pasado, o tener “memoria completa”, la cual justifica delitos de lesa humanidad y terrorismo de estado. Y nuestra memoria debe ser de largo alcance, no llegar solo a los 70´ sino a los orígenes de la historia de nuestra patria grande, y en el caso de nuestro país, observar detenidamente los hechos del 55, las razones por las cuales sobre la Argentina se profirieron amenazas de destruir el aparato productivo, recalando luego ya de manera mas amplia y extendiendo la mirada a toda la región, en los detalles coyunturales de la década del 70 que generaron la reacción de los “garantes de la libertad” (Por cierto, otro eufemismo)

Una vez efectuado este ejercicio de la memoria, sin dilaciones, debemos hacer escuchar nuestras voces de repudio y exigencia de retorno al orden constitucional, de lo contrario, no solo el golpismo repetirá la historia, sino también los pueblos, con el silencio cómplice y cobarde, que acuño frases como “Por algo será”, haciendo la vista gorda y hasta justificando lo injustificable. ¿O es que acaso no se alzan voces que señalan que para entender lo que pasa en Honduras hay que tener en cuenta estas ideas raras que se le metieron en la cabeza a Zelaya, seguramente influenciado por el “eje del mal”? (En este caso el eufemismo es para Chávez, Correa & co.)

Otro silogismo nos permite vaticinar lo que sucederá si nuestra reacción llega tardíamente, o no es escuchado nuestro reclamo:
El golpe a Zelaya se justifica porque esta influenciado en sus decisiones por el eje del mal. El eje del mal está avanzando en la región. Luego, Están justificados los golpes de estado en naciones de esa región.

Si este silogismo revela lo que pudiera suceder, yo me atrevo a señalar el orden de esos acontecimientos. El próximo objetivo puede ser Bolivia, luego Ecuador, Argentina, con matices, si se recurre a forzar la salida anticipada del actual gobierno, tal como anuncian los agoreros del naufragio, mientras se frotan las manos, funcionales a intereses que no son los nuestros. Y por ultimo, claro está, el gran objetivo, la Venezuela de Chávez.

¿Cómo reaccionar ante esto? No con violencia, pero si con celeridad, y fundamentalmente no con indiferencia, haciendo oír nuestras voces al unísono, y de manera inequívoca; también, repudiando enérgicamente la actitud de alguna “almorzadora” profesional y la del séquito de obsecuentes con el discurso destituyente y para nada casual que se ha generado en medio de esta coyuntura regional.

Es verdad que tiempos y metodologías han cambiado, pero el delito es y será siempre delito, y los golpes, sin importar los eufemismos que se empleen para definirlos, serán siempre golpes, y como tales, provocan dolor y heridas a los más débiles y desprotegidos a pesar de la buena voluntad y los mejores deseos de quienes amamos la paz.

Aníbal Rushan